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UN PUEBLO CON MUCHA

HISTORIA

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¿Visigodos en Bañares?

A finales de 2017, los medios regionales se hicieron eco del descubrimiento de unas tumbas en el paraje de Arpide, cuando se abrían unas zanjas para la instalación de una red de regadío. El titular del diario La Rioja, del 8 de diciembre, rezaba: Bañares descubre romanos y visigodos

En total, salieron a la luz ocho sepulturas con inhumaciones realizadas en fosas excavadas en el terreno, o delimitadas con lajas de arenisca. Sin embargo, como reconocía el arqueólogo encargado de la supervisión, en ninguna se encontraron ajuares funerarios. En consecuencia, resultaba aventurado afirmar, a priori, su carácter romano o visigodo. 

La práctica de inhumar a los difuntos en posición de decúbito supino, dentro de sarcófagos, sepulcros rupestres, fosas o tumbas de lajas, se extiende por Occidente a partir del siglo III d. C. y perdura durante toda la Edad Media. 

La implantación del cristianismo influyó en las costumbres funerarias y determinó que, sobre todo, a partir del siglo V d. C., desaparecieran los ajuares y ofrendas característicos de la tradición pagana romana. Con ello, los arqueólogos dejaban de contar con unas evidencias muy útiles para determinar la cronología de los enterramientos.

Una vez consumado el cambio de rito, los escasos elementos materiales que podían aparecer junto a los inhumados formarían parte, bien de su indumentaria, como las fíbulas o los broches de cinturón, bien, de su adorno personal, como anillos o pendientes.

 

La presencia de fíbulas o broches de cinturón, con tipologías bien definidas, sería fundamental para poder sugerir el carácter visigodo de una sepultura. Su ausencia en las tumbas descubiertas en Bañares abre otras posibilidades. Por ejemplo, no hay que descartar que formaran parte de un cementerio más reciente, relacionado con el asentamiento altomedieval de la población. 

Algunas noticias del siglo XII hablan de Bañares de Suso, para referirse a una parte del pueblo, más elevada, situada al este del casco urbano actual. Con el tiempo, esta zona terminaría quedando abandonada y, tal vez, también su primitivo cementerio. En cualquier caso, la datación de los restos óseos recuperados, empleando técnicas como el análisis de carbono-14, permitiría disipar las dudas respecto.

  • Fuentes: 

    • AZKARATE GARAI-OLAUN, A. (2008): La muerte en la Edad Media; en: HURTADO ALFARO, M. A. y OTROS (coords.): La tierra te sea leve. Arqueología de la muerte en Navarra. Catálogo de la exposición celebrada en el Museo de Navarra (27 de noviembre de 2007- 30 de abril de 2008). Pamplona. Págs. 177-192.

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San Formerio, en paradero desconocido hasta el siglo XIV.

San Formerio es el patrón de Bañares, donde le honraba una cofradía que aparece mencionada por primera vez en documentos del siglo XIV. Se da por supuesto que, al menos en esas fechas, ya se encontrarían allí las reliquias del santo y el arca que las cobija. Pero, las dudas asaltan al historiador cuando, buscando antecedentes, se enfrenta al relato de la tradición. Ésta nos habla de un mártir del siglo III d. C., sobre el que nada se sabe durante más de mil años. Claro que tampoco tenemos noticias de la existencia de Bañares antes del siglo XI. 

Para complicar la cuestión, cuando San Formerio sale a la luz en la Edad Media lo hace en dos puntos: en Bañares y en el condado de Treviño. ¿Se trataría del mismo santo? Esta incógnita turbó también a los tratadistas que, desde fines del siglo XVI, intentaron reconstruir su biografía o, mejor, su hagiografía. El mayor dilema se les planteó cuando cayeron en la cuenta de que había dos cuerpos santos, uno en la iglesia de Pangua, en Treviño, y otro en el templo de la Santa Cruz de Bañares. 

Para intentar explicar lo inexplicable se recurrió a argumentaciones cada vez más alambicadas y carentes de apoyo. Por ejemplo, en 1596, el padre Marieta hablaba de un paisano de Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía, que sufriría martirio en el año 362. Su cuerpo permanecería escondido durante un tiempo indeterminado y llegaría misteriosamente hasta Treviño a lomos de una yegua.

Por su parte, el licenciado Luis Rodríguez de Porras, beneficiado de la parroquial de Bañares, redactó un manuscrito, en 1647, con la historia de un Formerio natural de Cesarea, martirizado en el año 277. Tras su muerte, una seguidora llamada Camila, o Coloma, recogió el cuerpo y, ayudada por dos conversos, lo llevó hasta Bañares.

El Padre Anguiano, en fin, admite en 1701 que se trataba de dos personajes distintos pero ambos naturales del mismo lugar, no de la Cesarea de Capadocia, sino de una población llamada Cerasio, que identifica con el actual Cerezo de Río Tirón. Desconocía que Cerasio era un topónimo medieval y no antiguo, como él suponía.

Finalmente, la postura más sensata fue la defendida, en 1781, por el padre Risco quien, en su España Sagrada, confesó la imposibilidad de saber dónde y cuándo vivieron ambos Formerios, ni cómo fueron martirizados. En su opinión, tan sólo cabía admitir que el recuerdo de su veneración en el Obispado de Calahorra se perdía en la noche de los tiempos. 

  • Fuentes: 

    • ANGUIANO, Fray Mateo de (1701): Compendio historial de la Provincia de La Rioja, de sus santos y santuarios. Tomo I. Madrid. Pags. 157-158. 

    • RISCO, M. (1781): España Sagrada, tomo XXXIII. Madrid. Págs. 356-362. 

Placas esmaltadas, presuntamente expoliadas en Pamplona, reaparecen en Bañares.

En septiembre de 1276, tropas enviadas por el rey de Francia, Felipe III, arrasaban el barrio de la Navarrería y asaltaban la catedral de Pamplona. El poeta provenzal Guillaume Anelier, componente de la mesnada, dejó testimonio del episodio en su obra: La Guerra Civil de Pamplona. Al parecer, la turba saqueó los tesoros de la catedral y destruyó el mobiliario, incluidas algunas sepulturas reales, ricamente ornamentadas con placas metálicas esmaltadas. Entre las afectadas, pudo encontrarse la de Enrique I de Champaña, fallecido en 1274.

Sin conexión aparente con estos hechos, desde tiempo inmemorial, se conserva en Bañares el arca que contiene las reliquias de San Formerio. Se trata de un mueble de madera con cubierta a doble vertiente, forrado con placas metálicas esmaltadas. Un análisis detenido permite apreciar que la mayoría de las placas habrían sido recortadas para ensamblarlas en las caras del arca. Sólo cuatro de ellas parecían diseñadas expresamente para ella. Las restantes habían sido reaprovechadas; pero, ¿de dónde procedían?

Durante mucho tiempo, se pensó que los esmaltes llegarían a Bañares de la mano de la familia Estúñiga, que ejercería el señorío sobre la villa a partir de 1377. De hecho, en una de las placas aparece reiteradamente un escudo con fondo azul, cruzado por una banda blanca, que recuerda al utilizado por este linaje; el mismo que vemos hoy representado en varios puntos en la iglesia de la Santa Cruz. Sin embargo, los colores heráldicos no coinciden. Además, un emblema parecido era también el propio de la casa de Champaña, dinastía de origen francés que ocupó el trono de Navarra a partir de 1234. Al parecer, sus miembros tenían acceso a los productos de Limoges, el principal centro de elaboración de esmaltes del Occidente europeo durante los siglos XII y XIII, y pudieron encargar allí los materiales para ornamentar sus sepulturas.

El asalto de la catedral, en 1276, pudo propiciar la dispersión de materiales tan llamativos, al igual que la guerra de la Navarrería provocó el extrañamiento de algunos opositores al partido francés. Entre ellos se encontrarían varios miembros de la familia Estúñiga que, protegidos por Alfonso X el Sabio, se pasaron a Castilla y comenzaron a reunir un patrimonio en tierras riojanas. Tal vez, no llegaron aquí con las manos vacías; tal vez, en su equipaje, se traspapelaron algunas placas metálicas esmaltadas que buscaban un nuevo hogar. 

  • Fuente: 

    • MARTÍN ANSÓN, Mª L. (2001): Arqueta relicario de San Formerio, en YARZA LUACES, J., ed.: Catálogo de la exposición: De Limoges a Silos. Madrid. Ed. El Viso. Págs. 337-341. 

    • DIAGO HERNANDO, M. (1992): Linajes navarros en la vida política de la Rioja bajomedieval. El ejemplo de los Estúñiga. Revista Príncipe de Viana, nº 197. Págs. 563-581.

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El obispo de Calahorra ordena descerrajar el arca de San Formerio.

El 4 de septiembre de 1759 se produjo un desagradable incidente en la iglesia de la Santa Cruz de Bañares. Durante una visita apostólica, el obispo de Calahorra y La Calzada, don Andrés de Porras, manifestó su interés por que se abriera el arca de San Formerio para reconocer su contenido. Se le informó de que eso no era posible, porque se necesitaban dos llaves y sólo se contaba con una. Se suponía que la otra estaba en poder del duque de Béjar y se sugirió al prelado que convendría avisarle. Éste, notablemente contrariado, manifestó que él era el amo; y, sin más contemplaciones, ordenó a un carpintero que destruyera la cerraja. Una vez abierta el arca y tras comprobar que contenía los restos del santo, el obispo abandonó el pueblo llevando consigo la única llave disponible y dejando el arca desbaratada. 

La premura del obispo se explica porque alguien le había sugerido que en Bañares se rendía culto a un arca vacía. Al parecer, tras visitar la iglesia de Pangua, en el Condado de Treviño, y ver allí el sepulcro con los restos de San Formerio, comprendió que no podía haber dos cuerpos de un mismo santo y corrió a Bañares para confirmarlo.

 

Por otra parte, la actitud altanera del prelado vendría motivada por el propósito de afirmar su autoridad sobre la del duque de Béjar, cuya familia ejercía una poderosa influencia sobre la parroquia. Sus escudos de piedra labrados en el templo de la Santa Cruz dan testimonio de ello.

  • Fuente: 

    • Archivo Histórico de la Nobleza, de Toledo: Osuna, C. 319, D. 59. Correspondencia entre el alcalde mayor del Estado de Bañares y el XII duque de Béjar, sobre la existencia del cuerpo de San Formerio en la iglesia parroquial de Bañares. 1760.

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Requisan tres carros cargados con madera a un judío de Bañares.

Corría el año 1460 cuando los guardas de campo de Santo Domingo de la Calzada confiscaban, en el camino de Santa Teodosia, tres carros tirados por yuntas de bueyes y cargados con madera. Pertenecían a un judío de Bañares y eran conducidos de vuelta al pueblo tras haberse abastecido en los montes de Yuso y de Villarejo. ¿Qué razón había para tan largo desplazamiento? ¿Por qué fue requisado el convoy? ¿Qué hacia un judío en Bañares?

Al menos desde comienzos del siglo XIII, se tiene constancia de que los vecinos del concejo de Bañares se proveían de madera en los montes de Yuso, de Villarejo y de Santurdejo. También se sabe que compartía este aprovechamiento con otras poblaciones de Rioja y de Valdecañas (Hervías, Negueruela, Villaporquera -hoy, San Torcuato-, Cidamón, Zarratón, Rodezno, Hormilla, Azofra, Alesanco y Torrecilla sobre Alesanco). Allí, se podían obtener fustes de roble y haya adecuados para la construcción y para la elaboración de herramientas y de otros elementos auxiliares.

Con el tiempo, la expansión Santo Domingo de la Calzada, que se anexionó aldeas como Gallinero o Manzanares, vino a dificultar el acceso de otros pueblos a estos recursos, ya que el concejo calceatense impuso restricciones al tránsito de sus caballerías, yuntas y carruajes por los caminos de su término. 

Los continuos litigios se resolvieron con sucesivas sentencias arbitrales que determinaban las condiciones de uso de los caminos y de los pagos adyacentes, así como las sanciones que conllevaría su incumplimiento. En este caso, los carros del judío de Bañares habían elegido el camino de vuelta equivocado y, por ello, se condenó al propietario a abonar una multa de 600 maravedís.

Desconocemos el nombre de este vecino judío de Bañares, pero no era el único. Durante la segunda mitad del siglo XV, residía en el pueblo una importante comunidad hebrea, calificada como aljama en los padrones para la recaudación de impuestos para la Corona y que, incluso, debió contar con una sinagoga. La protección de los Zúñiga, duques de Béjar y condes de Bañares, pudo facilitar su asentamiento aquí. Sin embargo, la convivencia de cristianos, musulmanes y judíos iba a terminar pronto. El decreto de expulsión promulgado por los Reyes Católicos, en 1492, provocó el éxodo de los judíos de Bañares junto con los del resto de Castilla.

  • Fuentes: 

    • LÓPEZ DE SILANES, C.; SAINZ RIPA, E. (1989): Colección Diplomática Calceatense. Archivo Municipal (1207-1498). Logroño. IER: Doc. Nº 49, págs. 136-142. 

    • CANTERA MONTENEGRO, E. (2005): Los últimos tiempos de la presencia judía en Calahorra y La Rioja. Kalakorikos, nº 10. Págs. 56-85. 

Los moros de Haro, Bañares y Herce protestan contra el monopolio de la venta del alcohol.

El 5 de septiembre de 1491, el condestable de Castilla, en nombre de los Reyes Católicos, admite a trámite la denuncia presentada por los moros contra Juan López de Coriaça (Escoriaza), vecino de Vitoria, intermediario que pretende monopolizar la venta del alcohol a precios abusivos. Al parecer, el aludido alega que dispone de una bula papal y de un privilegio extendido por el monasterio de San Benito de Valladolid que le permiten controlar la comercialización de este producto.

Conviene aclarar que la noticia no se refiere al alcohol etílico, sino al alcohol de alfarero, polvo de sulfuro de plomo, extraído de minerales como la galena, a partir del cual se obtenía el barniz con el que se vidriaban las vasijas de barro. 

En esos años finales del siglo XV, el oficio de alfarero era desempeñado de manera preferente por las comunidades mudéjares de los pueblos citados. Su queja estaba justificada porque el desabastecimiento de un producto fundamental para su actividad terminaría resintiendo su economía. 

Además, algunas noticias sugieren que existía una estrecha relación familiar y profesional entre los moros de Bañares y los de Haro. En concreto, en 1476, Mahoma de Bañares conseguía que el concejo de Haro le abonase el importe de las diez orços que se le habían tomado tiempo atrás para sofocar un incendio. 

El rastro de los mudéjares de Bañares, como el de los restantes del reino de Castilla, se diluye tras el decreto de 1502, por el que los reyes Fernando e Isabel les conminaban a convertirse al cristianismo, o a abandonar el país.

  • Fuentes: 

    • CANTERA MONTENEGRO, E. (1984): La comunidad mudéjar de Haro (La Rioja) en el siglo XV. En la España Medieval, 4. Págs. 157-173. 

    • IDEM (1984): Los mudéjares en el marco de la sociedad riojana bajomedieval. Actas del III Simposio internacional de mudejarismo. Teruel. Págs. 21-38.

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Los trabajadores de Bañares, discriminados laboralmente.

Al parecer, el concejo de Bañares tardó en tomar cartas en el asunto; pero, finalmente, en 1536, demandó al duque de Béjar por las condiciones que su antepasado, Álvaro de Zúñiga, había impuesto a los vecinos que participaron en la construcción del foso de su castillo. 

Por lo visto, a mediados del siglo XV, el conde don Álvaro había encomendado la excavación de la mitad del foso a sus vasallos de Grañón, a cuyo concejo compensó con 50.000 maravadís. Los de Bañares, por su parte, se encargarían de la excavación de la otra mitad recibiendo a cambio tan sólo 20.000 maravedís. 

Ante tan flagrante discriminación, el concejo de Bañares acudió a la justicia del rey que, finalmente, en 1539, le dio la razón y obligó a los duques Francisco y Teresa de Zúñiga a abonarle la diferencia con la cantidad satisfecha al de Grañón.

Probablemente, con la excavación del foso culminarían las obras de construcción del castillo de Bañares, que se habían prolongado durante décadas. Sabemos, por ejemplo, que la torre fuerte se estaba erigiendo en 1398, y que su promotor, Diego López de Estúñiga, primer señor de la villa, llevaba años ocupado en la adquisición de los solares y parcelas que le iban a permitir ejecutar su proyecto.

Las obras continuaron con su sucesor, Sancho de Zúñiga, mariscal de Castilla, quien, en su testamento, redactado en 1442, mencionaba la construcción de un trujal, un corral y un pozo en la casa fuerte.

Finalmente, en 1460, en tiempos del conde Álvaro de Zúñiga, ya se menciona la existencia de una cava de la fortaleza, aunque no se precisa si se había completado su excavación.

En el siglo XVI, el castillo se describe como “una muy fuerte fortaleza, con una torre muy grande cuadrada y tres torres ochavadas de sillería, con muchas almenas, escudos, y con su muralla y cava de agua alrededor”. Sin embargo, poco después, se iniciaría el proceso de ruina y abandono que lo ha llevado a su estado actual.

  • Fuentes: 

    • VILLAVERDE CASADO, F. J.: El castillo de Bañares, en: Base documental para un plan director de protección de los castillos de La Rioja. Asociación de Amigos de los Castillos de La Rioja. 

    • Archivo Parroquial de Bañares. I-45. Ejecutoria del pleito litigado entre el concejo de Bañares y los duques de Béjar. 1536-1539. 

Los vecinos de Bañares se niegan a pagar la contribución.

En 1550, Teresa López de Zúñiga, duquesa de Béjar y condesa de Bañares, había demandado a Antonio de San Juan, vecino de la villa, porque tenía pendiente el pago del importe de la infurción por las casas donde vivía, correspondiente a los años 1549 y 1550. En total, adeudaba cuatro celemines y medio de cebada. 

Al parecer, Antonio de San Juan no ere el único que se negaba a satisfacer la citada imposición. En consecuencia, el pleito se ampliaría afectando al conjunto del concejo y prolongándose en el tiempo, hasta el siglo XVIII. 

En principio, el concepto urción o infurción se asimilaría al derecho de cobro de una renta en especie, o en metálico, por el usufructo de los solares. Sin embargo, más adelante, terminó siendo entendido como un impuesto catastral, antecedente de la contribución urbana, o del actual impuesto sobre bienes inmuebles (IBI). Al menos, eso se desprende de un informe remitido en 1596 al duque Francisco López de Zúñiga, por el alcalde mayor del condado de Bañares. En él, le animaba a proseguir el pleito argumentando que todas las casas del pueblo se asentaban sobre solares cedidos a los vecinos por los antepasados del duque, por lo que estaba justificada la tasa impuesta. También le precisaba que el importe de cada exacción ascendía a noventa y tres fanegas de cebada y cinco fanegas de trigo.

El argumento del funcionario del duque era falaz porque buena parte del casco urbano del pueblo ya estaba definido cuando, a fines del siglo XIV, la familia Zúñiga accedió al señorío sobre la villa y comenzó a adquirir propiedades inmobiliarias en ella.

  • Fuentes: 

    • Archivo Histórico de la Nobleza, de Toledo: Osuna, C. 319, D. 73-75. Correspondencia entre el alcalde mayor del condado de Bañares y el duque de Béjar. 1596.

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